domingo, 1 de noviembre de 2009

POESIA PARA CONCURSO

CONCURSO DE DECLAMACIÓN – SARMIENTO

1º “A” DE SECUNDARIA

CANTO CORAL A TUPAC AMARU QUE ES LA LIBERTAD


Lo harán volar

con dinamita. En masa,

lo cargaran, lo arrastraran. A golpes

le llenarán de pólvora la boca.

Lo volaran:

¡Y no podrán matarlo!

Lo pondrán de cabeza. Arrancarán

sus deseos, sus dientes y sus gritos.

Lo patearán a toda furia. Luego

lo sangrarán

¡y no podrán matarlo!

Coronarán con sangre su cabeza;

sus pómulos con golpes. Y con clavos

sus costillas. Le harán morder el polvo.

Lo golpearan:

¡Y no podrán matarlo!

Le sacarán los sueños y sus ojos.

Querrán descuartizarlo grito a grito.

Lo escupirán. Y a golpe de matanza

Lo clavarán:

¡Y no podrán matarlo!

Lo pondrán en el centro de la plaza,

boca arriba, mirando el infinito.

Le amarrarán los miembros. A la mala

Tirarán!

¡Y no podrán matarlo!

Querrán volarlo y no podrán volarlo.

Querrán romperlo y no podrán romperlo.

Querrán matarlo y no podrán matarlo.

Querrán descuartizarlo, triturarlo,

Machacarlo, pisotearlo, desarmarlo.

Querrán volarlo y no podrán volarlo.

Querrán romperlo y no podrán romperlo.

Querrán matarlo y no podrán matarlo.

Al tercer día de los sufrimientos,

cuando se crea todo consumado

gritando ¡libertad! Sobre la tierra,

ha de volver.

y no podrán matarlo.

Alejandro Romualdo (peruano)


1º “B” DE SECUNDARIA

¡OH, CAPITÁN! ¡MI CAPITÁN!


¡Oh, capitán!, ¡mi capitán!, nuestro terrible viaje ha terminado,
el barco ha sobrevivido a todos los escollos,
hemos ganado el premio que anhelábamos,
el puerto está cerca, oigo las campanas, el pueblo entero regocijado,
mientras sus ojos siguen firme la quilla, la audaz y soberbia nave.
Mas, ¡oh corazón!, ¡corazón!, ¡corazón!
¡oh rojas gotas que caen,
allí donde mi capitán yace, frío y muerto!

¡Oh, capitán!, ¡mi capitán!, levántate y escucha las campanas,
levántate, por ti se ha izado la bandera, por ti vibra el clarín,
para ti ramilletes y guirnaldas con cintas,
para ti multitudes en las playas,
por ti clama la muchedumbre, a ti se vuelven los rostros ansiosos:
¡Ven, capitán! ¡Querido padre!
¡Que mi brazo pase por debajo de tu cabeza!
Debe ser un sueño que yazcas sobre el puente,
derribado, frío y muerto.

Mi capitán no contesta, sus labios están pálidos y no se mueven,
mi padre no siente mi brazo, no tiene pulso ni voluntad,
la nave, sana y salva, ha anclado, su viaje ha concluido,
de vuelta de su espantoso viaje, la victoriosa nave entra en el puerto.
¡Oh playas, alegraos! ¡Sonad campanas!
Mas yo, con tristes pasos,
recorro el puente donde mi capitán yace,
frío y muerto.

Autor: Walt Whitman

2º DE SECUNDARIA

REÍR LLORANDO
Viendo a Garrik —actor de la Inglaterra—
el pueblo al aplaudirle le decía:
«Eres el más gracioso de la tierra
y el más feliz...»
Y el cómico reía.

Víctimas del spleen, los altos lores,
en sus noches más negras y pesadas,
iban a ver al rey de los actores
y cambiaban su spleen en carcajadas.

Una vez, ante un médico famoso,
llegóse un hombre de mirar sombrío:
«Sufro —le dijo—, un mal tan espantoso
como esta palidez del rostro mío.

»Nada me causa encanto ni atractivo;
no me importan mi nombre ni mi suerte
en un eterno spleen muriendo vivo,
y es mi única ilusión, la de la muerte».

—Viajad y os distraeréis.
— ¡Tanto he viajado!
—Las lecturas buscad.
— ¡Tanto he leído!
—Que os ame una mujer.
— ¡Si soy amado!
— ¡Un título adquirid!
— ¡Noble he nacido!
— ¿Pobre seréis quizá?
—Tengo riquezas
— ¿De lisonjas gustáis?
— ¡Tantas escucho!
— ¿Que tenéis de familia?
—Mis tristezas
— ¿Vais a los cementerios?
—Mucho... mucho...

— ¿De vuestra vida actual, tenéis testigos?
—Sí, mas no dejo que me impongan yugos;
yo les llamo a los muertos mis amigos;
y les llamo a los vivos mis verdugos.

—Me deja —agrega el médico— perplejo
vuestro mal y no debo acobardaros;
Tomad hoy por receta este consejo:
sólo viendo a Garrik, podréis curaros.

— ¿A Garrik?
—Sí, a Garrik... La más remisa
y austera sociedad le busca ansiosa;
todo aquél que lo ve, muere de risa:
tiene una gracia artística asombrosa.

— ¿Y a mí, me hará reír?
— ¡Ah!, sí, os lo juro,
él sí y nadie más que él; mas... ¿qué os inquieta?
—Así —dijo el enfermo— no me curo;
¡Yo soy Garrik!... Cambiadme la receta.

¡Cuántos hay que, cansados de la vida,
enfermos de pesar, muertos de tedio,
hacen reír como el actor suicida,
sin encontrar para su mal remedio!

¡Ay! ¡Cuántas veces al reír se llora!
¡Nadie en lo alegre de la risa fíe,
porque en los seres que el dolor devora,
el alma gime cuando el rostro ríe!

Si se muere la fe, si huye la calma,
si sólo abrojos nuestra planta pisa,
lanza a la faz la tempestad del alma,
un relámpago triste: la sonrisa.

El carnaval del mundo engaña tanto,
que las vidas son breves mascaradas;
aquí aprendemos a reír con llanto
y también a llorar con carcajadas.

Juan de Dios Peza

"toito te lo consiento"
¿Te acuerdas de aquella copla
que escuchamos algún día…
sin saber quién la cantaba
ni de qué rincón salía?...
¡Qué estilo! ¡Qué arte!
¡Qué sentimiento,
qué voz!
Creo que se nos escaparon
las lágrimas a los dos.

"Toíto te lo consiento, serrana
menos faltarle a mi madre,
que una madre no se encuentra
y a tí te encontré en la calle".
No vayas a figurarte
que esto va con intención,
tú sabes que por tí tengo
grabao en el corazón
el querer más puro y firme
que ningún hombre sintiera.
Pero es bonita la copla
y entra bien por soleares:
"Toíto te lo consiento
menos faltarle a mi madre".

Y me enterao casualmente
de que le faltaste ayer.
Y nadie me lo ha contao;
nadie, pero yo lo sé.
Que tengo entre dos amores
mi corazón repartido,
si encuentro al uno llorando
es que el otro le ha ofendido;
y, mira, yo nunca me quejo
de tus caprichos constantes:
¿Qué quieres un reloj?...
con brillantes
¿Qué quieres un vestido?... catorce…
Ni me importa que la gente
vaya de mí murmurando
que si soy pa tí un juguete
que si me has quitao el mando...

Que en la diestra y la siniestra
tienes un par de agujeros,
por donde se va a los mares,
el río de mis dineros
¡Y a mí que!
Con tal de que nunca...
de mi lado te separes...
"Toíto te lo consiento
menos faltarle a mi madre".

Porque ese mimbre de luto
que no levanta la voz,
que en seis años no ha tenido
contigo, ni un sí ni un no,
que anda como pavesa,
que no gime ni suspira.
Que me crió con su sangre,
y me guiaba de la mano
para que me santiguase
como todo buen cristiano;
que en las entrañas del hijo
consumió su juventud
cuando era... cuarenta veces
mucho más guapa que tú;
tienes que hacerte la cuenta
que la has visto en los altares
e hincarte de rodillas
antes de hablarle a mi madre.
Porque el amor que te tengo
se lo debes a su amor.
Que yo me casé contigo
porque ella me lo mandó.

A ver si tu conciencia,
se aprende esta copla mía,
muy semejante a aquel canto
que escuchamos algún día,
sin saber quién lo cantaba
ni de qué rincón salía.

"A la madre de mi alma,
la quiero desde la cuna.
¡Por Dios, no me la avasalles,
no me la avasalles!
¡Que madre, madre no hay más que una!
y a ti… te encontré en la calle!".

RAFAEL DE LEÓN (español)

3º DE SECUNDARIA

SEÑORA CONCIENCIA

¿Por qué me atormentas señora conciencia?

¿Por qué me recuerdas cosas tan amargas, tan tristes y negras?

Llorando en silencio sus lágrimas blancas.

¿Por qué por las noches cuando todos duermen?

-¡Usted me despierta con los aguijones de oscuros recuerdos!

¿Por qué se solaza sabiéndome enfermo? –

Enfermo del alma señora conciencia.

¿Por qué cuando callo usted me grita al oído?

– ¡Aún la recuerdas! Y si acaso grito para no escucharla

Usted me repite bajito, bajito:

– bebe tu tristeza.


Y bien sabes señora conciencia que mi vino es triste de tanto buscarla. De tanto llamarla me embriago de luna y no hallo ninguna capaz de igualarla.

Yo la quise mucho señora conciencia, la quise con ansias tan desesperadas que al partir la estrella se quedó mi cielo vacío y oscuro sin sueños ni nada.

Si huelo el pañuelo que me dio una tarde, siento su perfume de piel de alborada.

Si miro una rosa contemplo su boca y hasta me imagino que aún es mi amada.

¡Vago por las calles tristes desoladas y asisto al convite de mis funerales y me veo muerto de amor serio y quieto con esa soledad de caras demacradas que escuchan en silencio lo que la gente calla… Y sin embargo piensa… ¡y el corazón estalla en una horrenda eclosión de lágrimas y rabia, de rabia si señora, de rabia ilimitada de horizontes de amor que se han cubierto de niebla sin dejarme nada, nada que no sea este dolor, esta rabia, esta ansiedad de ser feliz a toda costa, esta búsqueda inútil en mi alma, donde una herida angosta sangra… y no me queda nada!

¿Por qué me atormentas… señora conciencia?

-¡No se da usted cuenta que me está matando, no se da usted cuenta que vivo llorando sus lágrimas blancas, que olvide la risa cuando el aire pasa!

Y a cambio de todo tal vez de mi alma, en vez de olvidarla reclamo ¡venganza!

Ya sé… no es cristiano buscar la revancha. Tampoco es humano vender la esperanza de un hombre que un día pretendió ser niño, y ofreció el cariño en cáliz de plata.


Fue misa pagana su amor en mis labios, fue un triste pecado su beso de flama.

Y a cambio de todo no me queda nada que no sea el llanto que moja mi almohada.

¡Por Dios… no me acuse señora conciencia, que el dolor que siento se vuelve palabra y entonces maldigo con todas mis ansia la tarde en que ella se volvió distancia!

Pero usted no sede señora conciencia, usted es implacable, usted es tan adusta de severidad que afuera condena ¡goza en el martirio de mi soledad!

Pues si…, si. Yo la amaba… la amaba, como a nadie nunca tal vez amaré, con la fuerza viva del hombre que sueña, igual despertarme cuando no la hallé.

Por eso le ruego señora conciencia, que no me atormente, que pueda olvidarla tal vez para siempre, que una noche de estas no la piense más. Pero usted no entiende señora conciencia, es inexorable como una obsesión.

Por eso si intento quizás olvidarla, usted la señala sobre el corazón ¡y todo es inútil, inútil… inútil el sueño de quererla tanto, inútil el llanto de mi soledad. Martirio del hombre que creyó ser niño y entregó el cariño por una verdad!

4º DE SECUNDARIA

LOS NUEVE MONSTRUOS

I, desgraciadamente,

el dolor crece en el mundo a cada rato,

crece a treinta minutos por segundo, paso a paso,

y la naturaleza del dolor, es el dolor dos veces

y la condición del martirio, carnívora, voraz

es el dolor dos veces

y la función de la hierba purísima, el dolor

dos veces

y el bien de ser, dolernos doblemente.

Jamás, hombres humanos,

hubo tanto dolor en el pecho, en la solapa, en la cartera,

en el vaso, en la carnicería, en la aritmética!

jamás tanto cariño doloroso,

jamás tan cerca arremetió lo lejos,

jamás el fuego nunca

jugó mejor su rol de frío muerto!

Jamás, señor ministro de salud, fue a salud

más mortal.

Y la migraña extrajo tanta frente de la frente!

Y el mueble tuvo en su cajón, dolor,

y el corazón, en su cajón, dolor,

la lagartija, en su cajón, dolor.

Crece la desdicha, hermanos hombres,

más pronto que la máquina, a diez máquinas, y crece

con la res de Rousseau, con nuestras barbas;

crece el mal por razones que ignoramos

y es una inundación con propios líquidos ,

con propio barro y propia nube sólida!

Invierte el sufrimiento posiciones, da función

en que el humor acuoso es vertical

al pavimento,

Y el ojo es visto y esta oreja oída,

y esta oreja da nueve campanas a la hora

del rayo, y nueve carcajadas

a la hora del trigo y nueve sones hembras

a la hora del llanto, y nueve cánticos

a la hora del hambre y nueve truenos

y nueve látigos, menos un grito.

El dolor nos agarra, hermanos hombres,

por detrás, de perfil,

y nos aloca en los cinemas,

nos clava en los gramófonos,

nos desclava en los lechos, cae perpendicularmente

a nuestros boletos, a nuestras cartas:

y es muy grave sufrir, puede uno orar…

Pues de resultas

del dolor, hay algunos

que nacen, otros crecen, otros mueren,

y otros que nacen y no mueren, otros

que sin haber nacido, mueren, y otros

que no nacen ni mueren (son los más).

y también de resultas

del sufrimiento, estoy triste

hasta la cabeza y mas triste hasta el tobillo,

de ver al pan, crucificado, al nabo,

ensangrentado,

llorando, a la cebolla, al cereal, en general, harina,

a la sal, hecha polvo, al agua huyendo,

al vino, un ecce – homo

tan pálida a la nieve, al sol tan ardio!

¡Cómo, hermanos humanos,

no deciros que ya no puedo y

ya no puedo con tanto cajón,

tanto minuto, tanta

lagartija y tanta

inversión, tanto lejos y tanta sed de sed!

Señor ministro de salud: ¿Qué hacer?

César Vallejo (peruano)

5º DE SECUNDARIA

EL INDIO MAMANI

El indio Madani no conoce el miedo.

Hecho en el silencio de piedras y valles conoce el lenguaje sonoro del viento,

el sol de los Andes le pintó un tatuaje en su piel cobriza

y en sus ojos negros mirada de luto se avizora el fuego de raza mestiza

tal vez por su sangre galopa un hidalgo,

acaso en su pecho el último inca de pena solloce.

su abuela fue ñusta,

princesa peruana que un día cayera rendida en los besos de algún español.

Capa castellana convertida en poncho,

abrigó el más hondo pecado de amor.

El indio Mamani camina derecho, si es como una lanza clavada en el pecho de punas y pampas, si es como una flecha disparada al viento,

que silva en su rumbo con la rabia sorda de su pensamiento.


Donde está la chola que le diera un beso,

donde está la hembra que mintió en su boca;

la rabia le sube despacio, despacio y un silencio huraño le rasguña el alma,

la quería tanto…

Por ella Mamani regaló tres vacas u toro el ternero,

y hasta cinco cabras que le regalara por guapo el vichero,

por ella Mamani levantó su rancho sobre la quebrada más alta del valle,

por ella la quinua se fue floreciendo y el maíz temprano maduró en sus tallos,

por ella Mamani, miró las estrellas y como buen indio se sintió romántico,

tan apasionado que hasta le hizo coplas con sabor de huayno.

por ella, al trabajo,

por ella, al silencio,

por ella la pena de ser cada día peor que un esclavo.

si el patrón a veces le daba un huascazo,

bien que se callaba pa que no dijeran que era un cholo flojo un indio vago,

y al igual que un perro cerraba los ojos y se lo aguantaba de macho que era

Ayer muy temprano, volvió de la siembra, mejor no volviera.

Hubiera querido tal vez caerse muerto,

escupiendo babas como una culebra.

Cuando llegó al rancho olió la tristeza rondándole el pecho,

olió la tragedia guardándole el alma como un ángel negro.

Sobre el mismo suelo como dos basuras,

se estaban besando la mujer que amaba y el hijo del amo

¡Los miró con asco! le dio tanta rabia, que de un solo golpe lo dejó tendido

pa que no dijera que aún le sobra sangre.

limpió aquel cuchillo con su propio poncho,

escupió entre dientes la palabra ¡perra!

y se volvió al pueblo…

caminando siempre, sin voltear los ojos… quizá pa no verla.

La quinua florida le prestó un silbido, el maizal maduro reventó en aromas,

la primera estrella floreció en el cielo,

y una sombra larga se agachó pa verlo.

El indio Mamani siguió caminando.

Formó un acuñico para ir chacchando,

y así llegó al pueblo…

despacio pa que nadie diga que el indio Mamani escapó del miedo.

El guardia asombrado recibió el cuchillo, lo miró a los ojos y le dijo lento:

- ¡cholo, está fregao!

el indio Mamani sacudió sus hombros como quien sacude la tierra del tiempo,

se sentó en el suelo detrás de las rejas y mirando arriba trocito de cielo,

saludó a una estrella.

domingo, 26 de abril de 2009

EL GUAJA

EL GUAJA
Ven acá granuja¿Dónde andas so guaja?hoy te mondo los huesos a palos.No llores ni huyas por que no te escapasyo no sé lo que hacer ya contigome tienes mú jarta.
¡A tí ya no te valen palabras,a tí ya no te valen razonesni riñas ni encierros ni golpes ni nada!
Te dije al marcharme:levántate pronto y estira esos huesosy dobla las mantas y enciende la lumbrey arrima el puchero y enjuaga las ollasy barre la casa
Y vengo y me encuentro, ¡grandísimo pillo!la lumbre sin brasas,la puchera sin caldo ni prigue,la vivienda peor que una cuadra,la burra sin piensolas pilas sin agua
¿Segaste la hierba?¿Trajiste la paja?¿Regaste los tiestos?¿Cerniste la harina?¿Clavaste la estaca?¿Comió la cordera?¿Bebió la lechona?¿Cogiste los huevos?¿Mudaste la cabra? hum!
¿Y a tí qué te importa?¿para que quieres cansarte?si aquí está la burra que todo te lo jaga
Te piensas granujaque al estar tu madre jechita una negraquemándose el almamientras tu me malgastas el tiempoque dá más que lástima
Jecho un ropa suelta...hecho un rajamantas...por esas callejas detrás de los perrospor esos regatos tirando a las ranaso cogiendo nidos en las zarzamoras
¡Qué así estás de lindo grandísimo guaja!¿Y ese siete tan guapo en la blusa?¿Y esos pantalones tan llenos de manchas?¡hum!¡que gorra más limpia!¡que medias tan majas!¡que pelos tan lindos!que cuello, que puños, que codos, ¡que mangas!
Yo no sé lo que hacer ya contigome tienes muy harta
De sobra conoces que somos solitos...que ya no tenemos quien nos lo ganaba...que la vida de toditos los pobres es vida de lágrimas...¡pero ni por esas!a tí que te dejen roncando en la camay te pongan la mesa tres vecesy rueden los días y viva la holganza
¡Súbete esos calzones so pillo!¡átate esos zapatos so randa!límpiate esos mocos, lávate esa caray vete ahora mismo donde no te veaque me tienes, me tienes muy harta
Te aseguro chiquitínte aseguro que esto te se acabaEndende mañana ¡a la cola del burro!Conmigo a la plaza, conmigo al molino,conmigo a la jazaa sudar fatigas, a mojarte el alma,ya verás las penitas que cuesta...ya verás con que ahogo se gana este panque tan comodamente, ¡a lo bobo!¡a lo bobo te zampas!y ahora ¡A la cama!, ¡A la cama!
La aurora se acerca espléndida, diáfana,lentamente despliegan las nubes su manto de escarcha,la madre afanosa se tira del lechoy sus toscos aperos preparaque ya espera más ruda que nunca la brega diaria.
Cariñosa y tierna se acercahasta el lecho donde el niñocándido, tranquilo descansa,un instante contempla amorosasu faz sonrosaday después...
Con cariño fervientedando un beso en sus labios exclama:¿Yo turbar este sueño tan dulce?¡no fuera quien soy ni tubiera entrañas!...¡juega, brinca y destroza hijo mío!...¡tu madre lo gana!
Vicente Neira

jueves, 23 de abril de 2009

FARSA Y JUSTICIA DEL JUEZ

PERSONAJES
· El juez – ORMEÑO
· El secretario –
· El cocinero – JUAN PABLO
· El granjero – YNFANTE
· El sastre – NIÑO DE 6º GRADO
· El leñador -
· Dos alguaciles -
· El peregrino -

Sala capitular con estrado. Gran puerta ante la cual montan la guardia dos alguaciles, y otra falsa de acceso al palacio. Preside cualquier majestad barroca de castilla.
Entran el JUEZ Y EL SECRETARIO de audiencias. Hablan de los vinos y manjares con esa tierna malicia que otros, menos curtidos, reservan a los confidentes del amor.

SECRETARIO.- Por Cristo vivo que no recuerdo haber disfrutado en mi vida semejante banquete. Bien pregona la fama que en toda la ciudad no hay mesa como la del señor juez.

JUEZ.- Cada edad tiene su pecado capital. A los veinte padecía la lujuria, a los treinta la ira y a los cuarenta la soberbia, ahora en mis cincuenta corridos, y antes que llegue la avaricia, que es maldición de viejos, vendita sea esta gula que me libra de tantos males y a la que debo tantos bienes.

SECRETARIO.- Según eso, ¿afirmaría su señoría que la gula podría ser una virtud?

JUEZ.- (Sin vacilar). En los años que lleva en mi secretaría. ¿Qué le han parecido mis sentencias?

SECRETARIO.- Todo el mundo las celebra como la suma de la bondad, de la sabiduría y la justicia.

JUEZ.- ¿Y a qué lo atribuye usted?

SECRETARIO.- Ante todo a su noble corazón.

JUEZ.- Gran error, mi querido secretario.

SECRETARIO.- Entonces, a su extraordinaria inteligencia.

JUEZ.- Tampoco, hermano, todo el secreto está en el estomago.(Mientras se sirve un trago). Un hombre bien comido es un hombre bueno. Un hombre bien bebido es siempre un hombre sabio.

VOZ.- ¡Socorro! ¡Por favor!

ALGUACILES.- (Deteniéndole) ¡Alto!

COCINERO.- ¡Que me matan! ¡Piedad para un inocente!

SECRETARIO.- ¡Dios mío! ¿No es Juan Blas el COCINERO en persona?

JUEZ.- ¡Déjenlo entrar! (Los alguaciles se apartan, Juana Blas cae de rodilla, temblando, a los pies del juez)

COCINERO.- ¡Por su alma, señor juez, señor juez, sálvame! ¡Cuatro hombres me vienen persiguiendo dispuestos a arrancarme el pellejo!

JUEZ.- ¿En mi presencia?

COCINERO.- Con la furia que traen son capaces de todo. (Se oye el griterío llegando a la puerta) ¡Ahí están! ¡Muerto soy si la justicia no me ampara!

JUEZ.- Pronto, secretario, detenga a esos hombres. Y que no entre nadie hasta que yo lo ordene. (Sale el secretario y los alguaciles, cerrando la puerta. Afuera va calmándose el tumulto). Tranquilízate, hijo mío. ¿Por qué te persiguen?

COCINERO.- Lo del robo, mejor lo sabe su señoría que yo. Es aquel lechón que me hizo traerle esta mañana. Imagínese como se puso el granjero cuando volvió a buscarlo y se encontró con las manos vacías.

JUEZ.- Era de esperar. Pero ¿no le dijiste que el lechón se había escapado del horno, como te mandé?

COCINERO.- ¡Nunca tal hubiera dicho! ¡Echo mano a la escopeta jurando como mun demonio. Y si no pongo pies a correr a estas horas estaría su señoría hablando con un cadáver!

JUEZ.- Comprendo lo del granjero. Pero ¿y los otros?

COCINERO.- Todo lo enredo mi mala suerte. Huyendo del cazador le rompí cuatro costillas a un peregrino; huyendo del peregrino atropellé a la mujer del sastre, que estaba embarazada; y huyendo del sastre ocurrió la desgracia más sangrienta. La del burro.

JUEZ.- ¿Qué desgracia y que burros son esos?

COCINERO.- El burro del leñador. Era mi única salvación para escapar, pero el maldito animal se echo al suelo: yo quise levantarlo a la fuerza tirándole del rabo… y el que no, yo que si, tanto tiramos que me quedé de cuajo con el rabo entre las manos. Y ahí están los cuatro como cuatro furias pidiendo a gritos mi cabeza. ¡Defiéndame, señor!

JUEZ.- Calma, Juan Blas, calma. Difícil es tu caso, pero soy hombre agradecido. Además, jamás perdería a un cocinero como tú.

COCINERO.- (Besándole las manos) ¡Gracias, señor, gracias! (el juez sube al estrado y agita la campanilla. Se abre la puerta)

JUEZ.- Que pasen los querellantes. (Entran en tropel, detrás el secretario, el granjero con su escopeta, el peregrino con la Biblia en la mano, el sastre con sus enormes tijeras y el leñador con su rabo de asno. Los alguaciles quedan nuevamente en guardia).

TODOS.- ¡Justicia, señoría!

JUEZ.- ¡Silencio todos! Siéntese acusado. Siéntense los querellantes, y oigamos en derecho a las dos partes. (Alza el brazo solemne). En el nombre del padre, etcétera, etcétera. ¿Juran todos decir, etcétera, etcétera?

TODOS.- ¡Juramos!

JUEZ.- Queda abierta la audiencia. Escriba, secretario. (Se sienta. Los acusadores vuelven a alborotarse)

GRANJERO.- ¡Cien latigazos a ese ladrón!

PEREGRINO.- ¡Mis costillas...., mis costillas!

SASTRE.- ¡Venganza para un padre malogrado!

LEÑADOR.- ¡Justicia contra ese arrancador de rabos inocentes! (Llora besando y acariciando el rabo de burro. campanillazos)

JUEZ.- ¡Silencio, repito, o hago desalojar la sala! Que hable el primero.

GRANJERO.- (Se levanta) yo, señor, soy granjero de oficio. Esta mañana le llevé al horno del cocinero uno de mis mejores lechones. Tres horas después vuelvo con la boca en agua a reclamar mi lechón para compartirlo con mi familia por el cumpleaños de mi hijo. ¿Y sabe, su señoría con que cuento me sale el muy bribón? ¡Que el lechón se echo a correr cuando abrió el horno para sacarlo!

JUEZ.- Calma, granjero, que la ira es mala consejera, juzguemos serenamente. ¿Puede negar alguien que el lechón es escurridizo y corre velozmente ante el peligro de muerte?

GRANJERO.- Pero, señor juez. Es imposible. El lechón estaba muerto y aderezado.

JUEZ.- Nada hay imposible ante la voluntad de Dios. Muerto y bien muerto estaba Lázaro cuando se le fue dicho: “Levántate y anda”.

SECRETARIO.- San Juan, capitulo once, versículo cuarenta y tres.

JUEZ.- ¿Vas a poner en duda los santos evangelios?

GRANJERO.- ¿Qué importa ahora San Juan? De lo que se trata aquí es de Juan Blas el cocinero. Y yo afirmo que un cocinero no puede hacer milagros.

JUEZ.- ¿Cómo que no importa? ¡Anote, secretario!

SECRETARIO.- Anoto (escribe vertiginosamente)

JUEZ.- Lea el folio secretario.

SECRETARIO.- Primero: el acusador confiesa ser granjero de oficio, con desprecio evidente del quinto mandamiento: no matarás. Segundo: declara impúdicamente no importarle un rábano los santos testimonios.

JUEZ.- Suficiente. Lo siento por ti, hijo mío. Podría perdonarte que hayas tratado de difamar a un honrado ciudadano, sin pruebas ni testigos, y hasta ue hayas penetrado con armas al templo de la justicia,. Pero esa herejía in fraganti no tiene perdón posible.

GRANJERO.- (Cae de rodillas) ¡Misericordia, señor! Yo me retracto de todo lo dicho ¡Es mi culpa, toda mi culpa!

JUEZ.- ¿Tiene algo que oponer el acusado?

COCINERO.- Por mi parte puede ir en paz, yo lo perdono.

GRANJERO.- Gracias hermano Blas. Gracias, señoría.

JUEZ.- (Agita la campanilla y se levanta para sentenciar. Todos en pie). Vista la conciliación de las partes: se le devuelve al cocinero la honra y la fama que se le habia quitado. El lechón mas grande que tenga el granjero debe traerlo a este tribunal como descargo. Previo el pago de veinte soles para ayuda de los condimentos del caso. Condiméntese y sírvase. ¡Digo! ¡Sobreséase y archívese! (Nuevos campanilazos) Que hable el segundo.

PEREGRINO.- Yo, señor, soy un pobre peregrino de vuelta a su tierra. Estaba en la iglesia rezando santamente mi rosario cuando siento mucho ruido en lo alto de la iglesia. No hago más que levantar mis ojos, cuando este cocinero cae sobre mi rompiéndome cuatro costillas. ¿Qué va a ser de mí ahora, viejo y tullido?

JUEZ.- (Encarando furioso al cocinero). ¡Ah, bestia del Apocalipsis! ¿A un anciano bendito del apóstol, en plena oración y en pena iglesia? ¿Cómo puedes disculpar tal sacrilegio?

COCINERO.- Yo iba ciego de terror y entre en sagrado buscando refugio. El granjero me perseguía con su escopeta. No me quedaba otra salida que saltar la baranda. Entonces cerré los ojos y… ¡zas! ¿Quién podía imaginar que este santo varón estuviera debajo?

JUEZ.- ¡Basta! Has incurrido en pecado de profanación y la ley ha de ser inexorable. ¡Ojo por ojo, costilla por costilla! Vete ahora mismo a la iglesia y arrodíllate a rezar el rosario. Tú peregrino, súbete al coro, cierra los ojos y tírate sin miedo encima de él.

PEREGRINO.- Pero, señor juez, ¡Son cinco metros de altura!

JUEZ.- Mejor, cuanto más alto el coro, mayor será el castigo.

PEREGRINO.- Pensándolo bien, con las costillas que me quedan todavía puedo arreglarme. ¡Y es tan cristiano sufrir y perdonar! Si el señor me lo permite prefiero retirar la demanda.

JUEZ.- ¿Tiene algo que oponer el acusado?

COCINERO.- Nada, señor.
JUEZ.- En ese caso… (Campanillazos y todos de pie). Visto el mutuo consenso y la cristiana renunciación del demandante: por esta sola vez, y sin que sirva de precedente, se autoriza al peregrino a seguir su viaje libre de toda multa. Sobreséase y archívese. (Se sienta) Que hable el tercero. (Vuelve a su sitio el peregrino y se pone de pie el sastre)

SASTRE.- Yo señor, soy sastre de tijera, como puede verse. Hace siete años me casé soñando en tener un hijo a quien heredar mi oficio y ahorros, pero el fruto esperado no legaba. Hemos intentado de todo hasta hace unos meses cuando por fin el milagro se hizo…

JUEZ.- Conmovedora historia, pero al grano, al grano.

SASTRE.- Pues al grano fue que al mediodía cuando íbamos juntos a la iglesia a dar gracias al cielo, cuando de repente, la puerta se abre de golpe, este energúmeno que sale estrellándose contra mi mujer, y mi trabajo de siete años perdido en un minuto. ¡Justicia contra el asesino!

COCINERO.- ¡Soy inocente! ¡Si yo hubiera sabido que tu mujer estaba en vísperas, antes me hubiera dejado arrancar los ojos que rozarla siquiera! ¡Perdón hermano sastre!

SASTRE.- Nada se arregla con perdones. Esta mañana yo era un hombre feliz y ahora soy un desdichado. Esta mañana mi mujer estaba llena y redonda una manzana y ahora está floja y escurrida como un trapo. ¡Justicia, señor juez!

JUEZ.- ¡Ah miserable cocinero! ¡De esta si no te salvas! ¡Llévate a tu casa a la mujer de este buen hombre y no descanses hasta devolvérsela llena y redonda como estaba! ¡Pronto!

COCINRO.- (Levantándose resuelto). ¡Vamos!

SASTRE.- Me niego. ¡Es una injusticia manifiesta!

JUEZ.- ¿Insulto a la autoridad? ¡Veinte soles de multa! (El secretario escribe rápidamente)

SASTRE.- No me importa el precio. ¡Todos mis ahorros con tal de ver en la cárcel a ese desalmado!

JUEZ.- ¡Intento de soborno! ¡Cuarenta soles de multa!

SASTRE.- (Desesperado, buscando amparo en la conciencia popular). ¿Oyen esto, vecinos? ¿Puede consentirse este atropello?

JUEZ.- ¿Incitando a la rebelión? ¡Ochocientos cuarenta soles!

SASTRE.- ¡Apelaré ante el presidente! ¡Si es necesario llegaré hasta la corte internacional de Costa Rica!

JUEZ.- ¿Colaboración con la potencia extranjera? ¡Mil seiscientos soles! ¿Tiene algo más que alegar?
SASTRE.- (Calmándose de repente). Nada, señor, muchas gracias. Sólo quisiera hacer constar humildemente que, en cuanto al cocinero, renuncio a toda restitución en especie. Mis cosechas prefiero sembrármelas yo mismo.

JUEZ.- Puesto así, puede considerarse. ¿De acuerdo el acusado?

COCINERO.- De acuerdo.

JUEZ.- Conciliadas las partes. (Campanillazos y en pie). Veinte, cuarenta, ochocientos cuarenta, mil seiscientos, dos mil quinientos soles redondos. Páguese, cóbrese y embólsese. (Se sientan). Que hable el cuarto. (El leñador se levanta confuso, escondiendo su rabo. Vacila. De pronto echa a correr hacia la puerta. Los alguaciles cierran el paso). ¡Alto! ¿A dónde va ese loco?

LEÑADOR.- Es tarde y tengo que levar mi leña al mercado.

JUEZ.- Aguarda, hijo. Primero tienes derecho a que se te escuche y se te haga justicia. ¿No traías una acusación contra este maldito cocinero?

LEÑADOR.- ¿Una acusación yo? Yo juro y perjuro por toda la corte celestial que mi burro nació sin rabo, que toda su vida ha vivido sin rabo, y que sin rabo a de morir en paz y en gracia de Dios. ¡Con licencia, señor juez! (Sale corriendo)

TELÓN RÁPIDO